El Salvador sigue en cuarentena para prevenir la propagación del virus COVID-19. Una medida necesaria para evitar los contagios pero que limita la circulación de la población y afecta a las familias que viven del trabajo en el campo o de trabajos informales, perdiendo así su principal fuente de ingresos sin la que pueden comprar alimentos y productos básicos.
La familia de Carlos, uno de los niños apadrinados, es una de ellas. Acaban de recibir uno de los lotes de alimentos, higiene y juegos que les hemos entregado como respuesta a la crisis que está generando la enfermedad del coronavirus. En su hogar la única persona que trabaja es su padre, como en la mayoría de los casos, sin contrato y con un salario reducido a causa de la pandemia. Su madre, Roxana, nos cuenta los estragos por los que están pasando: “Mi esposo tiene un sueldo de 70 dólares a la quincena, pero hoy por la crisis aún le pagan menos. Vamos llevando el día a día, hasta comiendo menos”.
Para su familia saber que se iban a beneficiar de unos de estos lotes fue una sorpresa y un gran alivio: “Mis hijos se pusieron tan felices al ver todo lo que nos habían dado y ¡al ver los juguetes más! De verdad que a todas esas personas que hacen posible esta ayuda les agradecemos porque no saben cuánto hacen por nosotros”.
También nos cuentan cómo recibieron este apoyo la familia de Christofer, otro de los niños apadrinados desde hace tres años por nuestra oenegé. Su padre, Óscar, se gana su sueldo en una finca de café y fue mientras trabajaba cuando recibió nuestra llamada para comunicarle que su familia de cinco miembros era una de las beneficiarias: “Aquí nosotros estábamos mal porque en la finca a veces hay trabajo y a veces no, y ahora con esta cuarentena es peor. Íbamos pasando poco a poco. Lo que hacíamos es que apenas recibíamos algo de dinero, comprábamos un poquito más para abastecernos y que nos alcance para un buen tiempo, mientras sale otra oportunidad. Por eso no tienen idea de cómo nos sentimos de contentos porque ni nos imaginábamos todos estos regalos. Esto ha llegado cuando más lo necesitábamos”.
Tanto Roxana como Oscar coinciden en que la pandemia les ha cambiado su forma de vida, siendo su economía y la formación de sus hijos las más afectadas. Al no poder asistir a la escuela, son los padres quienes los acompañan en sus tareas escolares enviadas por los maestros por medio de teléfonos u otras vías.
Para ambos padres el estar de lleno en la formación de sus hijos supone un enorme reto, tanto por las limitaciones tecnológicas como por la dificultad de los estudios, ya que ambos padres no pudieron terminar sus estudios básicos. “Nosotros hacemos lo que podemos porque la verdad hay cosas que ni nosotros las entendemos. Pero estamos con ellos y les ayudamos en lo que sabemos. No es fácil, pero esperamos como familia salir adelante”.
Esta es la primera fase de la emergencia que básicamente lo que pretende es atender las necesidades inmediatas de alimentos y salud de la infancia salvadoreña cuyas familias viven en condiciones de extrema pobreza; más adelante, en una segunda fase, nos centraremos en dar apoyo más específico, a través de los proyectos que ya llevamos a cabo, y que pretenden mejorar la educación, la alimentación y la salud de estos niños durante todo el año.
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