Sureya es Comunicadora y Periodista, durante 10 años se desempeñó en esta profesión, sin embargo, su compromiso con las poblaciones vulnerables la llevó a tomar la decisión de desenvolverse en el área social, en la que ya lleva 5 años trabajando. Actualmente es Técnica de prevención de la desigualdad y violencia de género en Educo.
“El aprendizaje más valioso en mi trayectoria laboral, ha sido ir más allá de informar sobre injusticias o hechos que toquen el lado humano de las personas, es decir, no quedarse solo con darlo a conocer a los demás, sino ponerse en marcha para poder cambiar la vida de las personas más vulnerables”.
Su primer contacto con poblaciones vulnerables fue a través del programa Ciudad Mujer, implementado en ese entonces por la Presidencia de la República. Ahí trabajó de cerca con mujeres que sufrían o vivieron etapas de violencia, mayormente en manos de su pareja o ex pareja.
“Con niñas, adolescentes y jóvenes la realidad no ha sido muy distinta, siempre el agresor está dentro del hogar; pero esta situación se vuelve aún más crítica cuando hay pandillas dentro del contexto y es poco lo que sus redes de apoyo (llámese familia, maestros y/o amigos) pueden hacer debido al peligro al que se exponen”
Sureya ha visto como este contexto de violencia no solo afecta a las adolescentes y jóvenes en su desarrollo emocional, sino también académico, ya que se ven obligadas a abandonar sus estudios, para no exponerse al acoso de las pandillas en su escuela o a cambiarse constantemente de vivienda como una forma de protección.
“Afortunadamente, nuestros socios locales están muy comprometidos con la prevención de la violencia en niñas, adolescentes y jóvenes; nos hemos adaptado al nuevo contexto del COVID-19, hemos tomado las medidas correspondientes para no detener las labores y continuar apoyando a esta población. El uso de las herramientas tecnológicas para la comunicación y seguimiento ha sido fundamental”.
Para Sureya lo más difícil es luchar contra las concepciones que las familias tienen sobre el papel de las mujeres en la sociedad, el seguir normalizando las uniones tempranas como una forma de aliviar la carga económica de los hogares, luchar contra la idea que “del estudio no se vive”, por lo que no reciben el apoyo económico, pero, sobre todo, emocional para que las niñas puedan continuar con sus estudios y cumplir sus metas.
“Mi mayor satisfacción sin duda, es ser testigo de la resiliencia que desarrollan las adolescentes, la capacidad que tienen de ver lo grandioso en lo simple, y cómo sus metas, por sencillas que parezcan para otros, para ellas implica muchos sacrificios y cambios drásticos en sus vidas”.
Trabajar con poblaciones vulnerables es un compromiso que requiere mucha fuerza emocional, ya que en ocasiones el personal del proyecto se enfrenta a situaciones que sobrepasan la jurisdicción de la organización y esto puede derivar en frustraciones o afectaciones emocionales; no obstante, Sureya asegura que se siente una enorme satisfacción cuando estas adolescentes alcanzan sus metas de plan de vida.
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